Una de las grandes lecciones que la vida me ha enseñado
desde mi niñez hasta hoy, es que nunca debemos confiar en nadie, cualquier
persona con la que tengamos algún tipo de convivencia es en realidad un enemigo
potencial, muy conocida es aquella historia del padre que desea enseñar a su
hijo una lección sobre la desconfianza, así que le pide que se suba a un árbol,
una vez que el niño está en una rama de mediana altura, el padre le pide que
salte a sus brazos, el pequeño es temeroso, teme fallar en sus cálculos y no
saltar lo suficientemente fuerte, teme que el viento pueda desviar su curso y
no vaya a caer sobre los brazos de su progenitor, sin embargo al ver la
brillante sonrisa de su papá mientras lo espera abajo con los brazos extendidos
aquel infante piensa - “que puede salir
mal, mi papá está allí para recibirme” – así que el niño salta, con plena
confianza en aquel que le dio la vida, salta y mientras viaja por los aires, se
siente que puede volar por sobre la cima del mundo, dirige su vista hacia su
padre mientras viaja en dirección a él y ve como este en un movimiento al
estilo del señor Miyagi se aparta de su trayectoria, un golpe sordo se produce
cuando el niño entra en contacto con el suelo, se voltea con una enorme expresión
de “¿Por qué? En su adolorido rostro, el padre lanza una mirada de desaprobación
y le dice: “¿Cuantas veces te lo he dicho?
¡Nunca confíes en nadie!
Probablemente alguien considerara esto una crueldad contra
el infante, pero de una cosa estoy seguro, ¡Si Brainless Morrotostado hubiera
tenido un padre así, otra historia contaría sobre este chico, mientras lo
observo, sentado, completamente ensimismado en aquel pequeño aparato cuadrado,
negro por un lado y fucsia por el otro, a veces pienso que ya para él, ni el
manicomio sería suficiente, permanece allí aplastado en una silla, me recuerda
a los sapos que pasan horas inmóviles sobre una hoja de lirio en algún
estanque, sin embargo aquel anfibio permanece siempre con su barbilla en alto,
nunca con la cabeza agachada, jamás cabizbajo, a diferencia de aquel que al
verlo siento como si estuviera siendo hipnotizado por un aparato retro
iluminado de colores nada masculinos, con esto me doy cuenta que aquella
criatura verde y despreciada por quienes no comprenden que su belleza es demasiado
abstracta para poder ser apreciada por ojos físicos, es mucho más cercana a ser
mi amigo, que aquel otro que se pasa las horas en un estado inerte como si
fuese un tardígrado en estado de animación suspendida.
En realidad, si tuviera que poner mi vida en riesgo, y mi salvación
tuviera que depender de alguno de los dos, estoy seguro que aquel que ha pasado
su vida en el fangoso estanque, alimentándose de moscas y desechos corporales, (y
esto porque los he visto alimentándose de eso), tendría más sentido común y una
moral mucho mayor, que aquel otro que paso su niñez entera dejando que su formación
intelectual dependiera de un dinosaurio morado de dudosa inclinación sexual,
cuatro seres que parecían ocupar un cambio de pañal constantemente condenados a
llevar un televisor en la panza, y más tardíamente por una niña rebelde que prefiere
vagar por lugares bizarros acompañada de un mono calzado con botas, que ir a la
escuela y ayudar a sus padres en casa como todo niño normal
Analizando estos asuntos me encontraba aquel caluroso día de
verano, para variar, nuevamente estábamos sin energía eléctrica, uno de los
grandes placeres de vivir en la nación de mi nacimiento es que cada cierto
tiempo, el gobierno decide que para combatir la obesidad que abate al pueblo,
es necesario que cada uno tenga su
propio sauna en casa, especialmente en los meses de abril y mayo, así que como
a eso de las diez de la mañana en adelante, cortan la energía, asegurándose también
que quienes tienen estufas eléctricas en sus casas, puedan ayunar con toda
tranquilidad.
En fin, soy un ermitaño que además practica fielmente la misantropía,
así que no me interesa el hambre del pueblo ni las altas temperaturas que
tengan que sufrir, sonrío, sé que no pensaría así si tuviera que trabajar en
una maquila canadiense de noche y no poder dormir durante el día debido al
calor insoportable, pero ese no es mi caso, así que mis condolencias a los que
lo sufran, pero yo he escogido una vida más dura, atrapado en la jungla
oficinistica, tratando de que aquel sujeto que parece haberse fusionado con la
silla bajo sus nalgas y con el celular en sus dedos, pueda salir de aquí siendo
un poco más humano, o al menos que haya perdido el temor a desempacar aquel
objeto virgen que tenía sobre el cuello y que no había tenido otro uso más que para
exhibir gorras y sombreros.
A mi mente viene la historia del padre que daba a su hijo
una lección sobre desconfianza, una lección de vida, sobre el mundo y la maldad
que debe esperar encontrar en su viaje del vivir, dirijo la mirada hacia aquel individuo
de pensamiento ausente, un sentimiento paternal brota de mi interior, siento
lastima por él, por lo que le espera en la vida, la mayor parte de la fauna se
ha retirado a sus casas, pues sin energía no pueden hacer sus actividades
diarias, en cuanto a mí, mi deber es permanecer allí por si alguien llega a
solicitar información o algo de la empresa, empiezo a aburrirme, así que decido
aprovechar este momento a solas para darle una lección cual padre a su hijo de
otra especie, hice un gesto con mi cabeza y el empezó a seguirme, nos dirigimos
al plantel donde estaba almacenada la materia prima, era casi del tamaño de un
campo de futbol pero el suelo no tenía grama, sino grava, nos dirigimos a uno
de los montacargas, el me miraba como queriendo preguntarme que hacíamos allí,
le pregunte:
-“Hijo, ¿tenés calor?
Me miró fijamente como tratando de descifrar lo que le había
dicho.
-“Cuando era niño mi
padre me enseño que no se debe confiar en nadie, que todos son enemigos en
potencia, y que de nadie debes esperar algo bueno, pero vos me caes bien, veníte
conmigo, sabes que entre más alto este uno, más fresco es el aire que sopla,
¿querés probar?
-“¿Cómo compita?”
-“Sentáte en las aspas
del montacargas yo te voy a subir para que te refresques un rato.
De inmediato él se sentó sobre una de las aspas mientras una
sonrisa desorbitada que era un reflejo de su sobrada irracionalidad se dibujaba
en su rostro, y mientras él se agarraba con fuerza del metal del montacargas yo
accione la palanca para elevarlo más alto que cualquier hierba que hubiera
fumado alguna vez, cuando estaba a una altura que rondaba los cinco metros,
apagué el aparato, metí la llave en mi bolsillo me pare frente a él y le dije:
-“¿Qué tal el clima
por allá viejo?
-“Tenía razón compita
sopla buena brisa”
-“Excelente me alegra
que te guste, ya vuelvo quédate ahí refrescándote, mientras yo voy a ir a almorzar
que ya casi son las doce”
-“No compita no se
vaya primero bájeme de aquí”
-“Lo siento pero se va
a llenar la glorieta y no quiero esperar llevo prisa, agárrese bien, y se me
olvido decirle que se pusiera la gorra y el sol esta fuerte, ahí disculpe”
-“Compita déjese de
bromas conmigo que se me sube el indio” dijo con un tono agitado y molesto
-“No viejo, si el
indio ya lo subí yo con el montacargas”
No sé si el pobre habrá aprendido la lección que
cariñosamente le estaba enseñando, pero al menos las risas no faltaron, no
cuando regresaron algunos por la tarde y se lo encontraron allí sentado, en las
alturas como gobernando el mundo, o más bien jugando a las pistas de Blue creo yo por la
forma como ponía sus manos abiertas por sobre sus cejas mientras gritaba toda
clase de cosas ininteligibles.
A veces me pregunto si haberle pedido que saltara a mis brazos hubiera sido de alguna forma una mejor manera de ayudarle a que aquella leccion quedara grabada en su mente vacia de forma indeleble, pienso tambien si lo que hice habrá estado bien o mal,
pero no recuerdo nunca haberme divertido tanto, ni haber sentido una paz
interior tan intensa y duradera, además me siento tranquilo pues lo hice con
la mejor de las intenciones, poder enseñarle a este inexperto joven, una de las
lecciones más importantes que yo había aprendido en mi vida, una lección que
nunca olvidara y lo protegerá el resto de sus días.
No hay comentarios:
Publicar un comentario